miércoles, 1 de septiembre de 2010

Eleno

Recuerdas cuando caminaba con esos pantalones cortos por la carretera buscando llamar tu atención con un elogio inocente? Pues en esta época de mi vida los elogios cansan y no son precisamente inocentes, los escucho de un "el que sea" y claramente no estoy interesada en ninguno de esos "el que sea".

Era más fácil ser la niña de 13 años de aquel tiempo, esa que no esperaba nada de nadie y solo sonreía para que tú la vieras. Caíste a la segunda sonrisa, y yo caí con tu caída. Esa noche llegó presurosa y sin admitirlo estaba preparada para agudizar mi oído al sonido del portón que separa la calle de la que en aquel entonces era mi casa. ¿Contaste los pasos para llegar a mi casa?

La sorpresa de la noche nos invitaba a recorrerla, pero el control parental nos obligó a adoptar lo que separa la entrada de la casa con la calle como nuestro "lugar de encuentro" (el andén). Recuerdo el brillo en tu mirada cuando tus ojos se encontraban con los míos y las maromas en tus palabras para convencerme de sentir un roce sutil de tus labios contra los míos. ¿Eso era todo lo que querías de mí?

La ingenuidad de esa época me hace añorarla, soñábamos despiertos con un beso, con tocar con un dedo tu mano, con hacerte sonrojar, con enamorarte cada momento para que volvieras la noche siguiente. ¿Cuantas veces te enamoré?

Los años pasaron, tu eres... quien quiera que seas ahora y yo soy la que recopila los mejores momentos de su vida en palabras y recuerdos con colores. ¿Volverías una noche más, para darte ese beso que el destino nos escondió durante tanto tiempo?



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