Hace un año ya gozaba con 28 años de experiencias, en un año
más si este post se repite (y si no se repite también) entonces tendré 30 años
de historias a contar, pero aún no estamos allí. Ahora estoy en ese “en medio”,
ese que no se parece ni al uno ni al otro, ese “en medio” que parece mágico,
tal cual la estación 93/4 en la fantasía Harry Potter. Ese “en
medio” del que estamos entrando y saliendo cada que nos da la gana. Ese estado
mental en el que sabemos que no estamos viejos pero tampoco gozamos de la insolencia
del adolescente, luego estamos en la mejor de las juventudes.
<Yo
soy Ingrid, así de simple, ni señora ni señorita y en pleno “en medio”. Mi
tamaño no lo determinan los hombres y sus propuestas, son las mil alteraciones
diminutas que hacen estas manos en el mundo de hoy, y la única relación que me
quita el sueño es la que tengo conmigo misma >– Parafraseando
un dialogo feminista de alguna película, porque si, ahora me dio por esa ola.
Sin embargo debo confesar, que para cuando tenga 30 años de material a depurar,
me encontraré con al menos una foto real (sin filtros, ni montajes) de lo que
será la unión civil y personal de mi humanidad con la de otro ser humano,
entiéndase por “me caso” y tiro la casa por la ventada (quiero decir, me libero
de mis miedos y prejuicios, porque eso es el amor). Y con esto quiero llegar, a que no tengo una única
relación que me quita el sueño.
A mi no me asusta ver cuantas velas hay en el ponqué, porque
no me siento ni muy allá ni muy acá, solo “en medio”. Lo que me concierne más a
menudo es evaluar que ha sucedido conmigo (mas cachetes, un poco mas de
movimiento gelatinosillo por aquí y allá, churcos totalmente extintos) y lo que
me rodea (meros occidentales pedantes), que material tengo para recordar, compartir, reflexionar, evolucionar, y porque no, presumir (videos y
fotos de los viajes que me pude dar de forma moderadamente correcta y claro
como no, una lista de libros, películas y música, pero esto para el otro post).
Sin embargo no todo es insustancial, hace unos días hablaba
con una amiga, ella decía que pronto contaría 30 años en la cesta de
experiencias, pero era la misma muchacha inteligente, con humor, que no le
faltaban apuntes frescos en una conversación; esa que le encantaba experimentar
con la melena, esa del colegio, esa de 15 años de historias atrás. Ella era
simplemente ella, con más cuentos y personas que la perfeccionan con el tiempo,
y sobretodo con la esencia intacta. Yo no lo dudé ni por un segundo, porque a pesar de
no verla desde hace ya incontables memorias, como ella, yo me siento la
misma, con mas personas en mi vida que han moldeado la que soy hoy (bastante
bien lograda a mi parecer), pero con ese “no se que” de siempre.
Aquí me voy con un #bendecidayafortunada, el estado favorito en las redes sociales de los colombianos, porque yo también soy bien Colombiana.