lunes, 10 de enero de 2011

CAPITULO IV. LA NIÑA MANUELA

–Pasó hace unos años, cumplí 15. Mi papá murió ese año y mamá se fue a vivir a Leticia con su hermana, según ella no soportaba el “dolor”. Dejó a mi hermano a cargo de todo. Vivíamos en una casa enorme, papá nunca estaba en ella ya que andaba en búsqueda de la felicidad efímera que le daban esas tantas mujeres que conoció y lo dejaron en la ruina. Por eso se suicido él muy cobarde. De la época que viví con él solo recuerdo los lujos y a mamá llorando en el baño después de que él salía de la casa. Ella tenía la idea tonta de creer que dejándolo “tranquilo” conseguiría tenerlo a su lado, sin importar las humillaciones a las que se veía sometida. Pensó que con el tiempo las cosas cambiarían. Nunca notó que papá hacía mucho tiempo atrás dejó de estar a su lado. Yo la culpaba de todo, si hubiera actuado en el momento que empezaron los engaños, él aún estaría vivo. Ella terminó creando una “cueva” en la que vivió mucho tiempo y de la que tuvo que salir dolorosamente con esa muerte. Yo perdí totalmente el rumbo de mi vida con la partida de ella. La odiaba y odiaba todo a mí alrededor, así que fue fácil dar con gente que encontrara ese estado atractivo.

Lo llamaban Eddie, se acercó una de esas tantas noches que pasé fuera de casa. Recuerdo que el ruido era insoportable, la gente entraba y salía del lugar. Me gustó la forma en que se acercó, así que le dí mi nombre y en menos de un par de horas ya tenía mi lengua en su boca. Empecé a salir con el día y noche hasta asumir su ritmo de vida. Conocí de cerca todo tipo de toxicas locuras en su máxima y más dañina expresión. El, las escapadas de la realidad y ese mundo de aparente libertad fueron consumiendo mi vida. Mi hermano vio como me iba a pique y quiso intervenir obligándome a entrar en una clínica para adictos, así que para safarme arme vida con Ed. Mi hermano cortó mi fuente de ingresos y ya sin dinero “el personaje aquel” no dudo en dejarme. No tenía a donde ir así que tuve que entrar a la entretenida clínica de “gente con problemas”. Al poco tiempo Ed fue a buscarme y escapé. Saqué las cosas de valor que poseía en casa, desocupé las cuentas que tenía a mi nombre y se lo entregué todo a mi alucinante raptor. El era mi día y noche, soportaba todo tipo de insultos por estar a su lado. Creía en todo lo que decía y me aterraba la idea que me dejara. Era una autoflagelación vivir así; atorarme con pepas era lo único que suavizaba la vida que llevaba.

Muchas veces creí que mi vida era el producto de una gran equivocación del destino. Era como si todas las fuerzas invisibles se hubieran confabulado contra mí. Me hallé envuelta en ese laberinto cruel de nuestra vida diaria. Confundida la mayoría de las veces, atormentada el resto, traté en vano de encontrar un espacio entre los otros seres humanos que respiraban y se movían a mí alrededor y así perdí lo poco que tenia de vida, perdí todo. Mi hermano llegó a la “lujosa suite” donde vivía, alguien lo llevó al desagradable lugar para que me sacara de allí. Casi mata al falso héroe de mi historia y yo… terminé internada de nuevo.  Consiguió una orden para que no se volviera acercar, yo estaba convencida que me “adoraba” y encontraría la forma de sacarme. Mi hermano lo apartó definitivamente con unos tantos pesos. Ahí se derrumbó mi mundo otra vez.

Cuando terminó el tratamiento clínico al que me ví sometida durante meses y meses, decidí buscar mi vida debajo de tanto escombro. Me costó tres años salir de esa cueva oscura y sucia en la que entre guiada por mi necesidad de afecto y protección –. Respiré profundo y terminé el relato. Lucia agregó, –gracias por confiar en mi Manuela –. Le pregunté como supo mi nombre pues no me había dado chance de decírselo. Rió y dijo, –la primera vez que fui a buscarte, el celoso dijo: “¿busca a la niña Manuela?”, y como no sabía tu nombre, supuse que él sí, pues nos vio juntas la noche anterior y al rato bajaste –. Hubiera preferido que me preguntara. Antes de irme la invite a dormir al apartamento la siguiente noche a lo que ella aceptó sin pensarlo mucho.

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